Leticia Gamboa
Hija del conocimiento y del alma antigua
Tejedora del Verbo y Guardiana del Rumbo Interior
Reality often surprises us more than fiction ever could
La que recuerda lo invisible y traza mapas para el alma
Leticia no vino a este mundo para encajar, sino para entretejer mundos.
Nació bajo los cielos luminosos de la Ciudad de México, en el cruce de dos linajes que parecían irreconciliables y, sin embargo, la prepararon para ver la vida desde múltiples dimensiones.
Por un lado, su madre, una psicopedagoga excepcional, maestra de maestras, comprometida con el desarrollo amoroso de la primera infancia. Una mujer cuya vocación sembró raíces profundas en generaciones de niñas y niños, despertando en ellos una confianza inquebrantable en su ser.
Por el otro, su padre, matemático brillante, catedrático de la UNAM, consultor en grandes obras nacionales, filósofo formado en Inglaterra, estratega incorruptible en un país donde la integridad suele estorbar.
De ambos heredó lo indecible: el amor por el conocimiento, la exigencia por la excelencia, y un sentido agudo de justicia, profundidad y verdad. Pero su historia no comenzó como la de otras niñas.
Leticia sobrevivió a la muerte por primera vez en la primera infancia, cuando su cuerpo pequeño fue atravesado por un caso grave de fiebre púrpura. Su abuelo materno —cardiólogo— fue quien logró sostener su vida, desafiando todo pronóstico clínico. Aquella experiencia marcó un antes y un después: no solo fue salvada, fue despertada. La enfermedad abrió un umbral invisible. Desde entonces, algo en ella quedó permanentemente entre mundos.
Fue sobreestimulada desde muy pequeña; a los seis años resolvía ecuaciones cuadráticas que pocos adultos comprendían. Pero su don no era solo lógico. Desde niña podía ver lo que otros no veían, sentir lo que no tenía nombre, escuchar más allá del oído humano. Su cuerpo era terrestre, pero su percepción era estelar.
Estudió en el EDRON Academy, un colegio británico-bicultural donde su mente volaba más rápido que el currículum. Saltó grados, destacó académicamente, y fue impulsada hacia el rendimiento, sin que nadie se preguntara si una niña tan sensible, introvertida y perceptiva debía ser cuidada también en su alma.
Así crecieron dos ríos en paralelo:
— Uno, el de la brillantez académica, de la excelencia en matemáticas, computación y física. Con calificaciones perfectas.
— Y el otro, el de una oscuridad inexplicable, donde lo invisible la acechaba en cuanto el sol se escondía, sin tregua, donde los terrores no eran fantasías sino presencias reales, y donde estuvo abandonada espiritualmente durante décadas.
En la adolescencia, tomó una decisión inesperada: pese a tener todos los talentos para una carrera en ingeniería computacional —programó e instaló el Internet en su casa por sí sola cuando aún era un misterio en México— eligió el Diseño Gráfico. Porque su alma no buscaba solo lógica: buscaba alquimia, belleza, lenguaje sagrado y energía viva.
Se tituló con honores, con un proyecto que sus sinodales describieron como digno de una maestría en pedagogía.
Pero su alma la reclamó por otros caminos.
En el año 2000, debilitada por enfermedades, amenazas invisibles y un terror inexplicable, Leticia tocó fondo. Y fue entonces que la magia que siempre la rodeó desde niña la reclamó de lleno. Absurdamente, por primera vez en su vida, se sintió vista, lo que nunca le había dicho a nadie fue nombrado como si fuese algo normal, encontró consuelo y se sintió segura. Aunque fuese sólo momentario. Ya que, también fue víctima de la manipulación espiritual, de la torsión del libre albedrío y del uso de la brujería como arma de sometimiento.
Así, en un momento de urgencia profunda, se inició en la santería cubana, abrazando un camino ancestral que por fin reconocía su sensibilidad como un don. En los caracoles, en los rezos, en los Òrìṣàs, encontró un lenguaje espiritual que su alma comprendía.
Extrañamente, todo le era familiar. Casi hija de las dos aguas, finalmente fue proclamada hija de Ọṣun y de Ṣàngó, y fue recibida con júbilo por las fuerzas que habitan entre mundos. Los cubanos quedaron sorprendidos de cuánto amor la deidades le marcaban y la candela que su alma contenía. Por ello se decidió aprovecharse de ello. Pero los dioses la amaban —y ese amor divino fue su escudo para sobrevivir los retos que aún la aguardaban.
Comenzó entonces una etapa de 15 años de gran oscuridad y pruebas extremas: enfermedad, traición, pobreza, violencia desbordada, corrupción, abuso de poder, desigualdad de género en el ambito profesional, magia oscura, maternidad sin red, ataques espirituales. Sobrevivió todo eso mientras cuidaba sola a sus tres hijos. Nadie entendía su realidad, porque vivía entre planos. Pero ella resistió— sobrevivieron.
Su padre, al nacer, la llamó Baby Face, su familia la conoce como Face, y ese nombre reveló su misión: reflejar lo verdadero, mostrar lo que el alma no puede ocultar. Años después, al alquimizar su Blueprint Lúdico del Alma, los símbolos confirmaron lo que vivió sin entender porqué:
– K’an, su signo maya, le otorgó la semilla sagrada de la medicina invisible dormida, esa que crece en silencio y florece al nombrarse. Fuerza gestante.
– Conejo de Madera, su animal en el horóscopo chino, confirmó su gracia sensible, su ternura astuta, su percepción refinada. Sensibilidad que se mueve sin ruido.
– Ivy (Hiedra), su árbol celta, le dio la capacidad de trepar por muros imposibles y abrazarlos con vida nueva. Destinada al crecimiento espiritual, enraizada en la tenacidad alquímica, con el abrazo de lo antiguo con nueva vida.
– Isis, la diosa de la sanación, madre que reconstituye, y representa el arte ritual, le transmitió el don de reunir lo roto, de sanar lo fragmentado.
– Atl, su signo azteca, le recordó que lo que fluye, limpia. Que el agua es puente entre mundos y memoria sagrada. Canalización emocional, limpieza espiritual y voz sanadora.
– Libra en el Sol, Escorpión en la Luna, y Virgo en el Ascendente sellaron su misión: nombrar lo invisible, servir en lo profundo, y crear belleza como acto sagrado.
– Sus elementos dominantes, todos. Agua y Tierra, en contención de Aire y activados por el Fuego interno.
Su símbolo totémico es una hiedra en espiral que abraza a un conejo lunar con una semilla dorada en el pecho. Esa es ella: la que trepa en espiral lo imposible, la que ve en la noche, la que guarda fuego sagrado en su centro.
Superó el cáncer. Venció a la oscuridad y la maldad. Ha enseñado en todos los niveles escolares, en disiplinas variadas. Ella enseña con cuerpo y alma. Enseña lo visible y lo invisible.
Cansada de andar y desepcionada de la vida, de la magia y de las personas, tras la muerte repentina de su parde, en Tepoztlán, una vacante para “secretaria bilingüe” se volvió una puerta sagrada: así conoció a Don David Wiley y a la comunidad del Fuego Sagrado. Se convirtió en Office Manager, articulando dos mundos: el moderno y el ancestral. Coordinó calendarios ceremoniales, traducciones rituales, peregrinajes, reuniones de culturas.
Hasta que nuevamente la oscuridad se coló en los pliegues del camino. Resistió por el amor que le tenía a su trabajo, a esas almas que reconocen el llamado ancestral y sagrado que las ayudaron a encontrar en las pocas tradiciones shamánicas vivas en México, la gloria de su ser. Resistió, porque ella ha sido expuesta a la falta de valores y al mal uso de los dones que los dioses le otorgan al hombre para sanar, guiar y ayudar— resistió porque creía haber encontrado su lugar.
Reconoció las señales y tras casi tres años de enfermedades inexplicables, de un problema despues de otro, de quedarse sin casa, de ataques a ella y a sus hijos, de perderlo todo de nuevo, de quedarse sin la poca estabilidad y tranquilidad que por fin había logrado, eligió no entregarse más.
Eligió seguir viva un poco más.
Tal vez para que, una vez más, otro grupo nuevo de “personas espirituales” usando la sabuduría ancestral relegada, decida elegirla como blanco perfecto para proyectar su falta de valores, su carencia de integridad y su incomprensión de lo sagrado y de la verdadera potestad de lo divino.
Ella elige volver a sí misma. No como víctima, sino como alquimista.
Hoy, su historia se convierte en mapa. Sus heridas, en lenguaje. Cada uno de los Mapas de Luz que ha creado es una réplica de su alma: una espiral viva, un códice ceremonial que honra lo vivido y lo no dicho.
Aquí tienes la sección revisada, integrada y elevada con el mensaje profundo que deseas transmitir:
Leticia no vino a sobrevivir: vino a recordar.
A recordar que lo invisible también es real, y sí, puede doler.
A recordar que lo sagrado está en todo: en la palabra, en la herida, en la semilla, en el trueno, en la mirada.
A recordar que incluso en la oscuridad más densa, hay una chispa que espera ser nombrada con amor, con intención, con respeto.
A recordar que debemos volver a lo que nos sostuvo antes del olvido:
a los rituales que marcan los ciclos,
a las ceremonias que nos devuelven al centro,
al agradecimiento a las fuerzas que dan vida,
y a la protección frente a aquellas que buscan arrebatárnosla.
A respetar la Naturaleza y todo lo que habita en ella —lo que se ve, y lo que no se ve—
porque sólo en la relación viva con lo invisible, lo ancestral y lo divino,
podemos encontrar camino verdadero.
En Alianzas de Corazón Raíz, Leticia es la que traza los mapas de retorno al alma.
La alquimista que ordena el caos.
La que nombra lo que duele, para liberarlo.
La que abre portales entre mundos que pocos se atreven a mirar.
Y esta, finalmente, esperamos que sea su verdadera obra maestra.
EPÍLOGO
Después de medio siglo, Leticia por fin comprendió lo que, de muy niña, ya le pesaba en el corazón. No era una fantasía ni un miedo heredado: era un presentimiento ancestral. ¿Cómo podrían los humanos defenderse de los demonios y los monstruos que acechan en la oscuridad, cuando llegara el tiempo en que fuesen liberados, si lo que los protegía había sido olvidado? Si los rituales, las oraciones, los símbolos, los nombres verdaderos y los resguardos sagrados habían sido desacreditados o etiquetados como superstición o entretenimiento banal.
Durante 50 años caminó con incertidumbre, con un dolor que no tenía forma ni consuelo, con una sabiduría prematura que nadie supo reconocer. Vivió pruebas que pudieron haber sido innecesarias, si tan solo alguien —una mirada, una presencia, un alma antigua— hubiera sabido verla, escucharla, entenderla o acompañarla en ese contrato espiritual inentendible que cargaba desde siempre.
Pero también comprendió que su andar era necesario para poder traducir ese misterio. Que su herida era un umbral. Que su historia sería un altar para otras almas que también recuerdan y aún no saben cómo nombrarlo.
Y entonces entendió que no podía callar más. Que tampoco podía seguir siendo invisible, ni seguir ocultando el fuego que durante años ardió en silencio. Lo que se ha gestado por décadas, finalmente está listo para florecer. Hoy, lo ofrece al mundo con la fuerza que sólo otorga lo vivido, en compañía de la única persona de su linaje con quien puede hablar desde su verdadero ser y ser comprendida.
Madre, diseñadora gráfica, educadora multidisciplinaria, traductora ceremonial y alquimista simbólica. Más de 25 años de trayectoria integrando arte, espiritualidad, educación y servicio a través del lenguaje, la imagen y la memoria.
Trayectoria formativa
Estudió Diseño Gráfico en la Universidad Anáhuac del Sur, titulándose con honores con un proyecto que fue considerado de nivel posgrado.
Desde muy joven incursionó en la enseñanza, guiada por su vocación formativa y su sensibilidad pedagógica.
Su formación espiritual comenzó con la tradición yoruba, y más tarde se amplió al camino del Fuego Sagrado, donde profundizó en sabiduría ancestral mesoamericana y recordó el rol del diseño como medicina del alma.
Se ha capacitado de manera autodidacta y vivencial en numerología, astrología, diseño humano y sistemas simbólicos aplicados al desarrollo integral.
Trayectoria profesional destacada
Voluntariados y contribuciones especiales
Ha colaborado como voluntaria en centros espiritual de retiro, escuelas comunitarias, proyectos espirituales, traducciones solidarias y redes de apoyo femenino.
Fue enlace entre lenguas, mundos y tradiciones que rara vez dialogan entre sí.
Reconocida por su capacidad de sostener espacios simbólicos complejos con sensibilidad, estructura y visión.

Si su camino te resuenA
Explora los Mapas de Luz
Si algo en tus raíces o en tus memorias pide ser escuchado, puedes cruzar el umbral