Hay realidades que no se ven con los ojos,
pero que nos atraviesan como brisa tibia en el alma.
Hay voces que no se oyen con los oídos,
pero que susurran en el pecho,
como un llamado antiguo que pide ser recordado.
Las montañas hablan.
El viento trae mensajes.
Los animales enseñan.
El sol bendice.
Y sí, los muertos… también nos visitan.
Hay un mundo detrás del velo,
una danza de hadas, ángeles, divinidades y ancestros
que se manifiestan en formas sutiles,
esperando que aprendamos a escuchar de nuevo.
Ahora que ese velo se disuelve,
nos han sido entregadas nuevas formas para abrirnos a la guía:
las cartas ceremoniales y oraculares que revelan la trama del alma,
los péndulos que responden con precisión cuando hay disposición,
los oráculos de adivinación que nos conectan con verdades profundas,
y los números, que con su vibración milenaria, siguen enviando señales.
Cada uno de estos lenguajes es una puerta.
Cada símbolo, una invitación a reconectar con lo divino.
Abre tus sentidos.
Afina tu corazón.
Permítete recibir los mensajes.
Porque solo cuando escuchamos lo invisible,
podemos recordar quiénes somos
y comenzar a restaurar el tejido sagrado
que nos une con todo lo que existe.
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