1. El poder de la narrativa y el peso del silencio
Diversos estudios en psicología del desarrollo sostienen que el lenguaje moldea la construcción de la identidad y la percepción del mundo (Bruner, 1991; Vygotsky, 1978). Sin embargo, tanto lo expresado como lo reprimido forman parte de la narrativa familiar. El mandato cultural de “no ventilar la ropa sucia” genera silencios pesados que, aunque invisibles, impregnan el ambiente emocional.
Desde la pedagogía crítica, Paulo Freire (2005) subrayaba que el silencio impuesto no libera, sino que aprisiona: lo no dicho se convierte en opresión interior. En el plano espiritual, distintas tradiciones coinciden en que la palabra no pronunciada se convierte en energía densa que se aloja en el campo áurico de quienes conviven en ese entorno (Tolle, 2003).
2. Niñas y niños como espejos energéticos
La psicología contemporánea ha descrito a niñas y niños como “reguladores emocionales” del sistema familiar (Bowen, 1978). Esto significa que absorben y reflejan las tensiones que los adultos no expresan. Cuando perciben silencios cargados, los interpretan como amenaza o peligro, generando ansiedad o conductas de retraimiento (Siegel & Bryson, 2011).
Desde la visión mística, esta capacidad responde a la sensibilidad natural del campo energético infantil, todavía abierto y permeable. En la medicina china, se explica como una energía “yin receptiva” que capta con facilidad lo que flota en el ambiente (Kaptchuk, 2000). En la tradición chamánica mesoamericana, se diría que el “tonalli” (energía vital del día) de un niño puede opacarse si convive en entornos donde abundan silencios pesados y palabras reprimidas.
3. Las huellas del silencio en la vida adulta
Los silencios familiares suelen convertirse en patrones de defensa. La persona sensible aprende a protegerse cerrándose, generando capas de confusión interna: percibe tensiones, pero no las entiende, porque nadie las nombra. Esto puede derivar en inseguridad, dificultades para confiar o incluso síntomas psicosomáticos (van der Kolk, 2014).
En el plano espiritual, las palabras no pronunciadas se convierten en “nudos energéticos”. Estos bloqueos, descritos en tradiciones como el Yoga (chakra Vishuddha, el centro de la voz) o el sufismo (nafs reprimido), limitan la expresión creativa y la comunicación auténtica.
4. Reconocer la sensibilidad como don
Lejos de ser una debilidad, la sensibilidad energética puede convertirse en un recurso invaluable. La pedagogía de la ternura (Jares, 2005) plantea que la escucha profunda y la validación de la experiencia subjetiva fortalecen la resiliencia. En psicología transpersonal, se reconoce que nombrar los silencios permite transformar la energía reprimida en conciencia expandida (Wilber, 2000).
En este sentido, el acompañamiento adulto debe girar hacia la transparencia: poner palabras sencillas a lo complejo, hablar con verdad sin abrumar, reconocer lo que duele y lo que se teme. Así, la niña o el niño aprende que la energía puede fluir en vez de estancarse.
4. Reconocer la sensibilidad como don
Lejos de ser una debilidad, la sensibilidad energética puede convertirse en un recurso invaluable. La pedagogía de la ternura (Jares, 2005) plantea que la escucha profunda y la validación de la experiencia subjetiva fortalecen la resiliencia. En psicología transpersonal, se reconoce que nombrar los silencios permite transformar la energía reprimida en conciencia expandida (Wilber, 2000).
En este sentido, el acompañamiento adulto debe girar hacia la transparencia: poner palabras sencillas a lo complejo, hablar con verdad sin abrumar, reconocer lo que duele y lo que se teme. Así, la niña o el niño aprende que la energía puede fluir en vez de estancarse.
5. Caminos de sanación y práctica
Nombrar lo innombrado con ternura: usar un lenguaje adaptado a la edad para dar voz a lo que pesa.
Crear espacios de expresión simbólica: a través del arte, la música o la escritura, permitir que aflore lo que no se puede decir directamente.
Cultivar prácticas energéticas: meditación, respiración consciente o rituales familiares que liberen las tensiones acumuladas en el campo áurico.
Tejer comunidad de escucha: círculos de palabra y acompañamiento espiritual donde el silencio se convierta en ofrenda compartida, no en carga oculta.
Conclusión
El silencio, cuando es evasión, se convierte en sombra. Pero cuando se transforma en pausa consciente y palabra compartida, abre camino a la sanación. Reconocer que niñas y niños sienten lo que no se dice es el primer paso para transformar la narrativa familiar en una herencia de claridad y amor. La invitación es a cultivar palabras vivas y silencios plenos, para que la sensibilidad espiritual de cada ser florezca como un don y no como un peso.
Bibliografía
Bowen, M. (1978). Family Therapy in Clinical Practice. New York: Jason Aronson.
Bruner, J. (1991). The Narrative Construction of Reality. Critical Inquiry, 18(1), 1-21.
Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.
Jares, X. (2005). La educación para la paz: su teoría y su práctica. Popular.
Kaptchuk, T. (2000). The Web That Has No Weaver: Understanding Chinese Medicine. McGraw-Hill.
Siegel, D., & Bryson, T. (2011). The Whole-Brain Child. Bantam Books.
Tolle, E. (2003). El poder del ahora. Gaia.
van der Kolk, B. (2014). The Body Keeps the Score. Viking.
Vygotsky, L. (1978). Mind in Society. Harvard University Press.
Wilber, K. (2000). Integral Psychology. Shambhala.









